Entrevista a Hugo Montero, autor
del libro De Nicaragua a La Tablada Una
historia del Movimiento Todos por la Patria. “Estos 30 años fueron años de
enorme soledad política para los presos, y de injusticia para los que fueron
fusilados, torturados, desaparecidos durante la acción”.
Foto: El Movimiento Todos por La Patria en la calle. (Foto: archivo Monica Hasenberg-Brenno Quaretti)
-Diario del Juicio: En principio, nos gustaría que realices una descripción de lo que fue el MTP en sus primeros años, que quizás sea lo menos conocido de esta historia…
-Hugo Montero: La investigación
me permitió conocer un poco el origen del Movimiento, y un poco su composición
política. En el momento histórico en que surge, luego del triunfo del
alfosinismo, en medio de una oleada de participación juvenil y de una especie
de contrato social de los jóvenes con la política, renovado luego del final de
la dictadura, a partir de la expectativa que significó el alfonsinismo, y de
los juicios a la junta militar. Se generaban espacios políticos para recuperar
peleas que habían sido aniquiladas durante la dictadura. Una de ellas era qué rol
ocuparían las organizaciones de izquierda en ese nuevo mapa democrático
argentino. Y en ese contexto nace el Movimiento Todos por la Patria, me parece
como una variante superadora de las experiencias de las organizaciones político
revolucionarias de los ´70, en el sentido de que planteaba lecturas
autocríticas sobre lo que había sucedido, más allá del rol genocida de los
milicos. Se planteaba entonces que había que apostar al trabajo de base,
ponerse en contacto con referentes de luchas territoriales, barriales,
referentes religiosos, etc. Y se apostó a una idea unitaria como principal eje
de acción, la enseñanza de la experiencia nicaragüense y triunfo del sandinismo
de la que se sacaron muchas lecciones positivas para tratar de construir en
Argentina un modelo unitario que tuviera una perspectiva progresista, defensora
de los derechos humanos, vinculada a los sectores de la iglesia con compromiso
social, abogados de DDHH, ex militantes del PRT y Montoneros que salían de la
cárcel o volvían del exilio, o habían participado de la experiencia
nicaragüense y volvían con esa experiencia aprendida. En ese sentido era una
experiencia superadora, porque apostaba a aportar desde abajo, a largo plazo,
de un modo federal y no porteñocéntrico, a dar respuestas concretas a los
problemas concretos en los lugares donde se establecía la militancia del MTP. Y
tenía una mirada interesante con respecto a los derechos humanos, a la
necesidad de defender la democracia, y luchar por un cambio social y político
de una manera movimentista: a largo
plazo, y con la variante de lo electoral como parte importante de la
experiencia política. Eso era toda una novedad para lo que era la experiencia
de la izquierda no trotskista en Argentina. Fue una experiencia muy
inteligente, de gente con mucha cabeza, que realizó una lectura de lo que
sucedía en el país muy interesante, y que presentó un entramado partidario que
respondía a ese contexto. Como herramienta política me parece que era muy útil
e inteligente, por lo menos en la concepción y en los primeros pasos de la
organización.
-DDJ: Algo de esa novedad se ve en los modos que fueron encontrando para
organizarse, que resultan muy similares a otras experiencias que surgieron
luego…
-HM: Lo que había era una mirada
muy crítica del sectarismo, como que había una decisión de romper eso, y de
tener una perspectiva constructiva y unitaria en todo momento, incluso
estirando demasiado a veces la soga del pluralismo. A partir de la revista Entre Todos, que me parece una
publicación interesantísima, típica de los años ´80, con columnistas de todos
los colores políticos, y con una perspectiva integradora de fuerzas o
militantes intransigentes, radicales, peronistas, comunistas, guevaristas, de
todo el campo progresista del momento. Esa herramienta era muy interesante
además desde el plano periodístico, era una muy buena revista. Defendía esa
estrategia unitaria, había mucha gente que escribía muy bien ahí y que tenía
una estrategia de disputar lugares en ese proceso político particular que
fueron los ´80.
-DDJ: En la misma línea, otra apuesta interesantísima fue la de
propiciar la aparición de un diario que no fuera partidario pero sí atendiendo
a la coyuntura, como fue Página/12.
-HM: La idea de Página la
analizás con el paso de los años y es evidente que más allá de la impronta que
después le puso Lanata, lo que pasaba es que había un vacío que debía ocuparlo
la izquierda y el progresismo vinculado a los DDHH, las reivindicaciones sociales
y a todo lo que había pasado en los ´70. Por eso Página como herramienta
política cayó muy bien, es vital para entender esos años, y ahí el MTP tuvo un
rol determinante sin dudas en la organización, en cranear el proyecto del
diario. Me parece que fue otro hallazgo de los compañeros que conformaron el
MTP.
-DDJ: ¿Cómo analizarías el final de la experiencia, pensando en esto
que charlábamos antes del antisectarismo, con una acción armada que los separó
del resto del arco político?
-HM: El análisis que hice es que
desde el principio del MTP había dos escenarios posibles: el político y el
militar. Quienes fueron conducción en términos reales (Gorriarán Merlo y
algunos compañeros más) nunca perdieron de vista la relevancia que tenía la
cuestión militar como herramienta para resolver temas políticos. En Nicaragua
había funcionado de esa manera, y quienes formaron en núcleo del MTP habían
formado parte del nuevo Estado sandinista, de acciones concretas de autodefensa
de la revolución. La apuesta militar nunca quedó descartada, pero sí en un
segundo plano en cuanto a la construcción y las prioridades. Funcionaron dos
esquemas al mismo tiempo, lo que sucedió es que la coyuntura o el contexto político
derivó en una crisis profunda a partir de los carapintadas como representantes
de un sector político de poder en la Argentina, que no sólo peleaban por las
reivindicaciones de los genocidas sino por el germen de un proyecto político
propio, y tenían entonces negociaciones con espacios políticos y empresariales.
Todo eso es real, todo eso existió, fue parte de la dinámica de los ´80 y ´90
en Argentina. Por eso a partir de 1987 la lectura del MTP del contexto varió
profundamente: la democracia ya no era una conquista garantizada. Lo que se
pensaba que se podía construir a largo plazo en términos electorales se derivó
en una lectura de que la democracia estaba en peligro. La segunda lectura fue
que el aparato militar tenía vínculos con la derecha del partidismo tradicional
y el empresariado. Y la tercera lectura fue que había un vacío político y un escepticismo
creciente entre los jóvenes y los militantes del progresismo tras el “Felices Pascuas”
y la entrega de Alfonsín de todas las concesiones a los militares de Semana
Santa. Se entendió que se acabó una etapa y se abría otra, en donde el MTP
tenía que estar preparado para dar una respuesta acorde al contexto que se
viene, que sería el sector carapintada encabezando un escenario de golpe o
presión para ocupar un lugar de poder en Argentina. Y otra lectura que se hizo,
fue que se caracterizó a las Fuerzas Armadas de un modo equivocado. Como en
retirada, débiles, divididas, con problemas internos. Se las subestimó, me da
la impresión. No se pensó que la cuestión corporativa podía llegar a cerrar
todas las contradicciones y generar lo que sucedió después: una respuesta
desmesurada y desproporcionada, una puesta en escena de los milicos para pasar
a la ofensiva política, que fue lo que consiguieron los tipos.
En 1987 se produce una fractura
muy importante al interior del MTP que tiene que ver con este cambio de
lectura, los que se van se van por diversas razones, se ponen otras excusas
pero en definitiva lo que sucede es que la línea militar que había estado
relegada, ocupa un lugar de prioridad. Las intentonas electorales que habían
hecho se leían como un fracaso, que iba a llevar mucho tiempo de trabajo
desarrollarlas para generar un espacio político real, de disputa. Entonces la
cuestión militar quedó en primer plano, se leía que se podía resolver problemas
políticos a partir de una acción militar en un determinado contexto. Por
ejemplo un escenario de golpe en Argentina, donde los únicos capaces de
detenerlo eran los militantes que tenían una experiencia de combate en los años
´70, o en Nicaragua, o en otras experiencias en Centroamérica. Preparados para
ocupar ese espacio vacío dentro de la política argentina, entre los que estaban
con miedo, los que conciliaban con los militares, los que retrocedían
políticamente, los que no hacían nada, se vio la oportunidad de ocupar un lugar
político a partir de un golpe de mano. Una acción militar rápida que permitiera
pasar de un lugar de tercer o cuarto orden, a un lugar protagónico en la
política argentina. De esa manera se explica un poco la preparación, la
proyección y la acción del copamiento de La Tablada.
-DDJ: Las biografías militantes de quienes participaron, que rescata en
el libro, permiten entender también esas lecturas y apuestas realizadas.
-HM: Sí, una de las cosas que más
me chocaban cuando investigue el tema es que a muchos militantes los resumían a
la historia de autistas, o que respondían a los mandos, o gente sin
preparación. Y en realidad, el núcleo duro de la organización que participó
activamente del copamiento, que estuvo en los lugares de mayor concentración de
fuego o de riesgo, que puso el cuerpo, era gente muy preparada con mucha
experiencia de combate, con muchos años de militancia. Estamos hablando de
Quito Burgos, por ejemplo, que venía de la época de la resistencia peronista.
Había cuadros entrenados en la guerra contra los contras en Nicaragua. La mitad
de los cuarenta y pico que entra en La Tablada tenía una preparación militar
real, importante. Algunos con una enorme trayectoria militante, no eran
improvisados que no pensaban lo que hacían, no era gente que fue obligada a
ingresar al cuartel. Para nada, tenían sus convicciones, sus decisiones, y una
lectura de ese momento histórico. Obviamente 10, 20 o 30 años después es fácil
marcar lo que te parece que puede ser una mala lectura o una mala respuesta política
a un problema general. Pero en ese momento, contextualizando lo que sucedió, la
amenaza del golpe era real, latente, que pasó con Rico en Semana Santa, en
Villa Martelli, o después con Seineldín. Pero a partir de una lectura que vos
haces que puede ser correcta, lo que se generó fue poner una cuña a partir de
una acción para tomar la iniciativa.
-DDJ: En ese sentido, es interesante ver cómo se ha ido perdiendo en la
memoria el levantamiento de Villa Martelli, que termina siendo uno de los
puntos fundamentales para la acción sobre La Tablada.
-HM: La lectura que se hizo desde
el MTP fue que ante Semana Santa la respuesta fue de masas, con una Plaza de
Mayo llena cuando habló Alfonsín. Había una determinación popular de frenar a
los milicos, de ir y recuperar a como dé lugar el cuartel y defender la
democracia, y que el pueblo apoyaba y respaldaba la gestión de Alfonsín. Y que
esas concesiones a los militares, fue un duro golpe a la confianza. A partir de
ahí se intensificó el escepticismo, y la certeza de que los radicales iban a
negociar y entregar cualquier cosa con tal de mantener la gobernabilidad. Y con
Villa Martelli la respuesta de masas fue más acotada, pero con mayor nivel de
violencia, con enfrentamientos callejeros alrededor del cuartel, con piedrazos
y barricadas improvisadas. La lectura del MTP fue que las masas se quedaron en
casa, pero hubo sectores que apostaron con responder a la provocación con
violencia. Entonces hay sectores que están dispuestos a defender la democracia
a partir de una respuesta violenta. Y también una debilidad creciente del
gobierno, entre los problemas económicos, los retrocesos en materia de derechos
humanos, perdió su base social, la primavera alfonsinista se murió después de
Semana Santa. Y generó un mapa político de descontento y de vacío de opciones,
la idea de que no se salía por ningún lado, con algunos sectores del peronismo
que negociaban con carapintadas. Entonces había que ocupar ese vacío, esa fue
la lectura que se hizo.
-DDJ: Algo interesante del libro es la puntualizacion de cómo se montó
una puesta en escena por parte de los militares, para que la recuperación del
cuartel pudiera durar tanto y fuera televisada en vivo.
-HM: Fue un aprovechamiento
político de una acción de recuperación que pudo haber tardado dos horas. Lo que
hubo fue una lectura inteligente de las Fuerzas Armadas, de generar una puesta
en escena que depositara en el espectador que lo veía en vivo (fue uno de los
primeros eventos transmitidos en vivo durante tantas horas por televisión) ese
miedo a la “subversión”, recuperar ese miedo a la izquierda violenta, los dos
demonios, las fuerzas armadas en un rol de “defensa de la democracia”, etc. Fue
una gran oportunidad para desplegar un poder de fuego que dejara un mensaje
disciplinador y ejemplificador hacia un espectador que miraba una acción que
tardaba horas y horas. Y hacia el gobierno que firmó un cheque en blanco para
que reprimieran el copamiento y fue espectador de una masacre. Porque lo que
hubo ahí fue una desproporción absurda de fuego contra gente que ya estaba
entregada, rendida, derrotada. Ahí cometieron todas las atrocidades a las que
están acostumbrados los militares en Argentina: desaparición de personas,
carbonizar cadáveres, torturar prisioneros, ensañarse con las compañeras,
reprimir con armas prohibidas, fusilar a personas rendidas. Esto sobre 40
personas que estaban aisladas, y en una acción que nadie entendía, que nadie
terminaba de comprender qué estaba pasando. Ni quienes eran los que estaban ahí
adentro, que es lo peor de todo.
-DDJ: A treinta años, ¿cómo piensa esa soledad que vivieron quienes
ingresaron a La Tablada en ese momento y que vivirían por tantos años, entre el
no entender y luego el despegarse desde diversos sectores, que permitió de
alguna manera que pasara lo que pasó?
-HM: Hubo un aislamiento como
pocas veces alguna acción que yo recuerde de la izquierda generó. Hubo partidos
de izquierda que enviaron coronas por los militares muertos, hubo un consenso
dentro del progresismo de castigar a los protagonistas de la acción con todos
los adjetivos que te imagines. Hubo un ensañamiento que llevó a muchos a
ignorar las denuncias de violaciones a los derechos humanos, torturas,
fusilamientos o desapariciones. Hubo una soledad real, una incomprensión total,
creo que nadie, ni siquiera el círculo de cuadros medios entendió qué pasaba ni
por qué pasaban así esas cosas. Ni imaginemos la gente en los barrios mirando
por TV lo que sucedía, con mujeres dentro del copamiento, cosas más vinculadas
a las acciones de los ´70. Hubo un consenso social para abandonar cualquier
tipo de preocupación por los derechos de los compañeros y las compañeras. Con
excepciones, por ejemplo Hebe de Bonafini. Hice en el libro un relevamiento de
algunos nombres de la izquierda o el progresismo que escribían en los medios, y
la mirada fue destructiva. Hubo muy pocas excepciones, abogados de DD.HH, que
se acercaron para tratar de ayudar. Pero no había plafón para escuchar a los
compañeros tampoco. Los que entendían que había pasado algo por parte de un
grupo de izquierda lo veían como una provocación o como una acción de
infiltrados de los servicios, o que beneficiaba al sector militar y a la
derecha la potenciaba mucho. Que debilitaba profundamente a la democracia, al
alfonsinismo o lo que venía después. Pero fueron años de enorme soledad
política para los presos, y de injusticia para los que fueron fusilados,
torturados, desaparecidos durante la acción.
-DDJ: En estos días el Poder Judicial por primera vez está juzgando
esos hechos, y la derecha mediática vuelve a recordar el aniversario del
copamiento. ¿Siente que hay un cambio en estos 30 años para repensar lo que
significa La Tablada?
-HM: Creo que sigue habiendo
mucha incomprensión real, que no se sabe qué carajo pasó, quienes eran, qué
querían. Y eso tiene que ver con no haber realizado una síntesis crítica a
partir de quienes participaron. El aporte que puede hacer cualquiera desde
afuera es parcial. Lo hablé con los compañeros y les dije que lo más valioso en
cualquier contexto es la versión de los protagonistas. Y si esas versiones se
contraponen, tratar de convivir con discursos que sean contrapuestos. Mientras
eso no suceda, no habrá manera de que un sector común pueda asimilar del todo
lo que sucedió, o quiénes eran los que protagonizaron esa acción. Me parece más
grave aún el desconocer quienes fueron, que la acción en sí. La acción la podes
discutir si estuvo bien o mal, pero los compañeros que ahí perdieron la vida no
eran improvisados, ni autistas. Era gente con mucha formación, con mucha preparación,
que evidentemente tenían un proyecto estratégico en la cabeza que iba más allá
de La Tablada, de la defensa de la democracia, etc. Y que achicarlos en ese rol
es subestimarlos, es subestimar su historia de lucha, su formación política, su
decisión de dar la vida por un cambio revolucionario. Porque fue eso, intentar
generar en la Argentina una instancia de cambio revolucionario, a partir de una
acción armada. Después podemos sentarnos a charlar sí estuvo bien o mal. Pero
lo que fue es lo que nos perite entender que ahí estuvieron compañeros con
mucho recorrido político, y que esos cuadros tardan décadas en formarse. Eso
creo que es la principal perdida, quienes se perdieron ahí eran muy valiosos, y
el progresismo, la izquierda o lo que sea tardó décadas en formar gente así.
Esa también es otra discusión: cuánto se puede arriesgar en una decisión de
este tipo. Hay nombres ahí que merecen ser recordados por lo que intentaron
hacer.
-DDJ: ¿Qué enseñanzas le dejó esta investigación?
-HM: Fue difícil encarar el
trabajo porque no soy neutral, es lo primero que digo en el libro. Mi lugar
está obviamente del lado de los compañeros que se la jugaron equivocados o no.
Pero al mismo tiempo creo que es nuestro deber, nuestro rol, discutir y
analizar los errores. Y juntarse a charlar lo que se hizo mal, para aprender. Y
lo que se hizo bien también, porque el MTP tiene una historia muy rica que está
muy bien conocer. Para aprender y extraer herramientas para la militancia
cotidiana, incluso periodística, la revista está muy buena. El concepto federal
que tenían de construir desde afuera hacia adentro, es original. Pero hay que
dejar atrás otras cosas. Rescato a los compañeros y las compañeras que allí
estuvieron. Creo que hay que reivindicarlos por lo que hicieron y por lo que
quisieron hacer también. Y que esa es la batalla, para la memoria de ellos y de
sus hijos. Que el aporte del libro, del juicio, de las investigaciones, tiene
que ser eso: acá lo importante son los hijos. Después vemos cómo la historia
guarda esa experiencia. Pero lo que importa es que si vos das la vida, que tu
hijo sepa bien qué estabas jugándote vos ahí. Creo que esa es la prioridad.
*Este diario del juicio por los desaparecidos de La Tablada es una herramienta llevada adelante por integrantes de La Retaguardia, FM La Caterva y Agencia Paco Urondo, con la finalidad de difundir esta instancia de justicia que tanto ha costado conseguir. Agradecemos todo tipo de difusión y reenvío, de modo totalmente libre, citando la fuente. Seguinos diariamente en http://desaparecidosdelatablada.blogspot.com
Estimadxs compañerxs, ya hay fecha de sentencia?
ResponderEliminarHola Emma. Todavía falta una audiencia de testimoniales el 12 de febrero. Luego alegatos y veredicto pero sin fechas todavía. Saludos y gracias.
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